Hace muchos días que no salgo, trabajo, compromisos… pero al fin pude darme un paseo reconfortante. Es Diciembre, cuando salgo de casa sobre las 09:00h hay una temperatura de unos 14º a la sombra, aunque después, sobre las 10:30h ya hay una temperatura de unos 18º a la sombra y unos 24 al sol y hace un estupendo día.
Esta época me encanta, cambian los colores, la luz, los olores y las sensaciones. Muchas plantas han perdido sus hojas y solo quedan sus ramas secas, los habitantes del bosque disminuyen su actividad. Ahora el bosque tiene un aspecto mas triste.
El otoño es nostálgico dicen, recordamos y anhelamos esos meses de verano y primavera,esas vacaciones, los largos días. En el bosque me pasa lo mismo, aunque se siguen viendo muchas plantas y vida gracias a nuestro buen clima, ya no es lo mismo, no hay ese alboroto de insectos ni esa explosión de colores. Pero amigos, hay otras cosas, esas fantásticas tonalidades de los arboles, esos pájaros que vienen del norte a pasar aquí el invierno, setas, la hojarasca…
En mi paseo veo que el bosque sigue conservando humedad y en las zonas más sombrías se ven bastantes musgos y líquenes, también veo muchas setas, se huele la tierra húmeda.
Es un verdadero placer caminar por un bosque en Otoño, me adentro un poco pisando la hojarasca y deleitándome con su sonido, entre los arboles y arbustos penetra la luz del sol.
Me llama la atención un pequeño árbol, bueno, más bien un arbusto. Es un «Crataegus monogyna» conocido como Espino albar o Majuelo y en catalán como Arç blanc o Espí blanc.
Es un arbusto familia de las «Rosaceas«, es muy espinoso, de crecimiento muy lento y que puede vivir hasta varios siglos.
En yacimientos prehistóricos se han encontrado restos de sus frutos, por lo que se cree que ya eran muy apreciados. El Espino es muy valorado por sus muy reconocidas propiedades.
Ahora en Otoño llama la atención por sus frutos de color rojo intenso que parecen manzanas pequeñitas.
En un pequeño claro soleado del bosque, me encandilan un par de pequeñas mariposas que revolotean juntas, muy pegadas, como persiguiéndose dando vueltas, subiendo y bajando, con mucha energía y frenesí. Estuve por lo menos 10 minutos observándolas, no paraban, no se posaron en ningún momento, les hice muchas fotos pero no me ha salido ninguna (soy muy malo, ya lo sé), no llegué a ver que mariposas eran, solo que eran pequeñas y de unos tonos gris-marrón. Que espectáculo señores.
Después ya salí a un sendero entre matojos, removiendo con mis piernas algunas plantas y entonces me vino un olor único e inconfundible, un olor que automáticamente me transporta a mi niñez, cuando jugaba entre unas hierbas altas que estaban en un desnivel, nos subíamos arriba de la loma y nos dejábamos caer rodando. Nuca fui consciente de ese olor, hasta que después de muchos años, siendo yo ya mayor, un día removí unos matojos, me vino ese olor que directamente me llevó a aquellas lomas de mi niñez.
Se trata de la planta conocida como Ruda «Ruta graveolens » de la familia de las Rutaceas. Lo que más me llama la atención de esta planta es su fuertisimo y unico olor, no he olido nada que se le parezca, hay a personas que le parece un mal olor, a mi todo lo contrario, me encanta, es olor a madre tierra.
La Ruda es una planta muy fuerte que aguanta bien el sol y el calor, puede vivir varios años. He leído y oído muchas cosas de esta planta, tiene muchos usos, aunque sus compuestos químicos son muy potentes y hay que tener mucho cuidado.
Si cortas una ramita de Ruda y la hueles, ya jamas te olvidarás de ella ni de su fantástico olor. Si paseas por los campos de Viladecans, fácilmente la encontrarás a los lados de los caminos, te invito a que experimentes una sensación olfativa única.
Estas fotos son de este mes de Diciembre.
Estas últimas fotos las hice en el mes de Abril, se pueden ver sus flores.
Hasta pronto.
NaturaVila 